lunes, 12 de noviembre de 2007

Desafíos para la Presidenta Bachelet


Una mayor igualdad de oportunidades sienta las bases de una sociedad más justa. Esta tarea global exige al nuevo Gobierno poner un especial énfasis en tres áreas prioritarias: educación, empleo e innovación. La llegada de Michelle Bachelet a la Presidencia ha estado cargada de simbolismos. El país aguarda expectante su accionar y está dispuesto a darle la tradicional luna de miel de que gozan los nuevos gobernantes. Una reciente encuesta le da tasas de aprobación cercanas al 65% y expectativas favorables superiores al 80% respecto de su gestión. Pero estas condiciones tan favorables duran sólo si son acompañadas de resultados. En algunos meses más los chilenos y chilenas estarán evaluando cómo va el Gobierno en sus empeños por reducir la desigualdad de oportunidades y la pobreza. Ello requiere generar las condiciones para que la economía tenga un crecimiento vigoroso y sostenido, que cree cientos de miles de nuevos empleos, más allá de la ayuda puntual que puedan darnos las favorables condiciones externas. En esta columna intentaré precisar el punto de partida y analizar los desafíos centrales del nuevo Gobierno. El punto de partidaLa economía se encuentra en un buen pie, qué duda cabe. Durante el gobierno del Presidente Lagos se lograron avances sustanciales en nuestra integración comercial con el resto del mundo, se desarrolló con fuerza la infraestructura pública y se creó un excelente marco institucional para el manejo de las finanzas públicas. El crecimiento se empinó sobre el 6% en 2004 y 2005. Esto representa una significativa mejoría sobre el desempeño 2000-2003, cuando la expansión promedio fue de apenas 3,4%. Sin embargo, un análisis objetivo y desapasionado no debiera llevarnos a otra conclusión sino que el crecimiento del 6% es decepcionante. En 2004 y 2005 las condiciones externas para Chile fueron las mejores en cuatro décadas y todavía se mantienen. El precio del cobre promedió casi US$1,5 la libra, la economía mundial creció fuerte (4,7% anual) y las tasas de interés internacionales alcanzaron niveles históricamente bajos. Es decir, los vientos externos soplaron con fuerza a favor nuestro. Bajo este escenario, no podemos sentirnos satisfechos por crecer al 6%. Durante la "época de oro" de nuestra economía (1986-1997) las condiciones externas eran favorables, pero inferiores a las actuales, y crecimos -en promedio- al 7,6% anual. Para avanzar hacia el desarrollo tenemos que trabajar más en casa y depender menos del escenario externo. Los desafíos para el Gobierno de Michelle Bachelet tienen directa relación con la deuda que deja la administración anterior al país. Esto es, producir las condiciones para que Chile dé un nuevo salto que nos permita retomar sostenidamente las altas tasas de crecimiento pasadas, mejorar la creación de empleos y disminuir las tremendas desigualdades de oportunidades que aún persisten. El crecimiento no es una meta en sí misma; entre otras cosas, es la herramienta más eficaz para erradicar la pobreza. Un estudio de Attanasio y Székely (2001) demuestra que el 85% de la disminución de la pobreza en Chile etre 1987-1996 se debió al alto crecimiento económico del período, mientras que sólo el 7% fue el resultado de políticas redistributivas.

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